News from Málaga – ¿la culpa la tiene el uása?

Han pasado varios meses desde mi último post y varias cosas han pasado también: un año que se ha ido con un viaje para despedirlo (San Francisco), Donald Trump que contra todos los pronósticos ha terminado asumiendo como Presidente de los Estados Unidos, un fallido viaje a Washington en Semana Santa que hemos tenido que cancelar a toda marcha un día antes de la partida, donde lo que terminó partiendo fue mi apéndice, en un gesto, pienso, de usual rebeldía, algo que siempre su dueño, o sea yo, lo fue en su interior y algunas veces en el exterior. ¿Será que el apéndice tuvo de pronto una crisis de adolescencia tardía?. Nunca lo sabremos, pero ese viaje a Washington ha quedado en el tintero. Mis sinceras disculpas Nelsa, por haber tirado a la basura tantos meses de preparación.

Como generalmente en la vida hay revancha, llegó, ¡por fin! el ansiado mes de julio y allá partió Nelsa el 15 de julio para Málaga, mientras yo seguía pateando hojas caídas de los árboles y un frío de los mil demonios (bah, para no decir que hacía un frío de cagarse) en la muy fiel y reconquistadora ciudad de Montevideo (para qué la habrán reconquistado, seríamos hoy todos ingleses, de segunda pero ingleses al fin).

Como un día se fue el apéndice, también un día me fui yo de Montevideo (el 22 de julio), no en búsqueda del tal desgraciado apéndice (debe haber ido a parar a un tacho de incineración, luego de pasar por anatomía patológica) sino en búsqueda de Nelsa, del calor, del verano y de estas tierras españolas, que a pesar de haber estado en las cercanías el año pasado (2016), varias dudas me traían a la cabeza en lo que concernía al destino en si mismo.

Viaje sin problemas, aunque ¡cómo se nota la diferencia cuando uno viaja solo y cuando uno viaja acompañado!. Es una perogrullada, pero todo recae sobre uno y nada se puede compartir, ni los problemas, ni las dudas, ni las soluciones. En los controles de aduana y de rayos X (o rayos no sé qué a esta altura) tenés que abrir muy bien tus dos ojos, cuando en general son cuatro ojos (dos de tu cónyuge y dos tuyos) los que vigilan y las neuronas (una sola en mi cerebro) son las que piensan, mientras que aquí, en esta oportunidad, una neurona sola, cansada y maltrecha por lo largo del viaje.

Madrid fue por escala y yendo por el tubo hacia la terminal T4 de Barajas ya una inmensa sonrisa se me iba dibujando dentro de mi cerebro, porque sentía el calor imperante y el sol radiante que había allí afuera, casi al alcance de la mano. Hechos los trámites de aduana, sin inconvenientes, me dirigí al sector M, tal cual estaba indicado en las pantallas de anuncio de vuelos. Por supuesto, casi como siempre, sin número de puerta anunciado y por supuesto, en la misma línea donde estaba el vuelo, aparecían vuelos asociados que iban a viajar en el mismo avión. Como pequeña bromita, mi boarding pass que me habían dado en Montevideo, decía que el vuelo salía del sector K, mientras que las pantallas decían M. Un pequeño detalle no tan menor, porque para entrar al sector M tenés que pasar por rayos nuevamente y mostrar el boarding donde está indicado a qué sector tenés que entrar.

Llegado al control de rayos estaban todos charlando entre ellos, porque no estaba ni el loro, ningún pasajero. Cuando me vieron llegar, procedente del sector de vuelos internacionales, bajando de la planta alta, me miraron con cara raro, como diciendo: «este la cagó de acá a Pando y se equivocó de lugar». Hablé con uno de los que estaban en el control y le dije que a pesar que mi boarding decía sector K, las pantallas decían sector M (sin número de puerta asociado). No sé si habré sonado convincente, o qué, pero me habilitó a pasar, previo sacar de mi bolso de mano todas las cosas electrónicas: celular, cámara de fotos, pendrive, gps, dock, laptop, cargadadores de cada uno de ellos, máquina de afeitar. Cuando vio todo eso me dijo «vaya chico que vas cargado, la próxima vez te aconsejo que lo pongas en la maleta». No quise decir nada pero si pongo la mayoría de esas cosas en la maleta me arriesgo que solamente lleguen las ruedas de la maleta, si llegan, porque el resto se lo afanaron todo en alguno de los aeropuertos por los cuales pasó la maleta.

Pasado el control y vuelvo a ordenar las cosas en el bolso de mano y yo ponerme el reloj, los lentes de aumento, el cinturón y guardar el celular en el bolsillo (parecen cosas nimias pero con la repetición a lo largo de los aeropuertos y el cansancio que van en aumento, comienzan a pudrirte), entré al sector M del aeropuerto de Barajas. No sé si era porque estábamos en domingo o qué, pero no había prácticamente nadie. Una tienda de free-shop, mínima y el resto de los comercios cerrados o ya inexistentes, testigos de una crisis que ha golpeado, y golpea aún, a España. Para tomar algo, máquinas expendedoras de bebidas, nada más. Ninguna presencia humana.

A la hora de embarcar al vuelo Madrid – Málaga, nos llevaron mediante ómnibus al avión que estaba en el traste del aeropuerto. Hete aquí que me encuentro con un avión que era el mismo, o casi el mismo, modelo de avión que los que utilizaba nuestra querida Pluna, los CRJ  fabricados por Bombardier. Suerte que yo soy chico, porque cuando te vas a parar del asiento, te das la cabeza contra las gavetas para valijas que están arriba de los asientos. No sé por qué digo que suerte que soy chico, porque cuando me incorporé para salir del avión en Málaga, me reventé la cabeza contra el porta equipaje. ¡Nabo!, pero en si voy mejorando. En el año 2010 me llevé puesto un poste de la calle por estar mirando el Largo di Torre Argentina en Roma mientras iba muy absorto caminando. Volviendo al avión, es tan chico que los bolsos de mano los dejás abajo y te los mandan para la bodega, diciendo que al llegar a Málaga te los entregan nuevamente en la pista, cosa que así hicieron.

Por fin llegué a Málaga, ciudad que me recibió con un calor y un sol espléndido. Ya avisado por Nelsa, me fui a buscar la valija a otras cintas que hay, donde ponen las valijas que vienen de afuera de la Comunidad Europea. Llegó entera y sin contratiempos, pero como no podía ser de otra manera, una vez más la tuve que pasar por un scanner, antes de salir de esas salas especiales.

Si bien Nelsa en sus vuelos tampoco tuvo contratiempos, fue gracias a que ella averiguó bien las cosas en Brasil, porque en Montevideo la que le hizo el check-in no tuvo mejor idea de decirle que si bien el equipaje estaba etiquetado para llegar a Málaga, tenía que ser recogido en Madrid y vuelto a despachar. Una anormal, porque si Nelsa se ponía a hacer eso en Barajas, perdía la conexión con el vuelo Madrid-Málaga. .

Del aeropuerto me fui en la línea A de ómnibus hasta el centro, donde me estaban esperando en determinada parada Nelsa y Carolina. Mientras iba en el ómnibus pude ver que Málaga no es una ciudad de altos edificios, sino más bien lo contrario. Agradecido estaba que el ómnibus, al igual que todos los otros que nos hemos tomado en la ciudad, contaba con aire acondicionado. Pareceré un pajuerano con lo que voy a contar, pero todos los ómnibus a su vez tienen un cartel electrónico en el cual despliegan el nombre del destino final y cuál es el nombre de la próxima parada. ¿Será tan difícil de implementar en Montevideo? (lo del aire acondicionado «difícil para Sagitario»). A su vez, la gran mayoría de las paradas tienen también un cartel electrónico (sano, no hay ningún sub normal que se le ocurra romperlo) en el cual te avisan cuánto tiempo falta para que llegue el próximo ómnibus, la temperatura reinante, la máxima y la mínima prevista para ese día así como también la previsión meteorológica para el día siguiente.

Finalmente, el ómnibus llegó a la parada en la cual me tenía que bajar y allí estaban esperándome, mi cuñada y mi señora, para tomarnos un taxi hasta el apartamento que alquilamos. Como dato anecdótico y que demuestra que en todos lados se cuecen habas, el taxista se quiso hacer el gil haciendo que no conocía muy bien la calle, ante lo cual Nelsa ni corta ni perezosa le dijo el recorrido que tenía que hacer, nombrándole de un tirón las calles por las cuales tenía que circular para llegar al destino. Fin de la viveza del taxista por supuesto.

Al contrario de lo que pensábamos de antemano, en Málaga capital no hace un calor que se caigan los pájaros, sino que en general hace un calor muy soportable, que ronda entre los 28 a 30 grados durante el día y entre 23 a 26 grados durante las noches. Eso siempre y cuando no llegue algún viento que haga cambiar la temperatura, como ocurrió este martes próximo pasado cuando llegó el famoso y temido «terral».

Según la definición de Wikipedia sobre el viento terral entre otras cosas dice: «…otro, conocido por los malagueños, que viene del oeste y al llegar a la costa portuguesa gira para en una escorrentía entrar por el norte malacitano, siendo ahí donde la calidez aumenta, para así avanzar hacia la vega malagueña, convirtiéndose entonces en un viento del norte.»

Según la definición de Carlos Béduchaud el terral es un viento que viene y que hace que te cagues de calor, haciendo que los termómetros que marcan la temperatura vuelen:

terralMartes09_08_2017

No creo que mi definición sea aceptada por la Real Academia Española o enseñada a los niños en la escuela, pero creo que es bastante gráfica para representar una temperatura que ascendió a 40,2 grados a las seis de la tarde.

Tan cálida como es la temperatura por estas tierras podría decir que es su gente. Nos hemos encontrado con gente amable y extrovertida, tremendamente extrovertida. Es común que gente que no se conoce se ponga a charlar entre ellos de cualquier tema que surja, eso sí, muchos de ellos con una voz estentórea. Y es común también que al subir al ómnibus el conductor te diga «buenos días» o tú mismo lo saludes de antemano, diciéndole «hola» o «buenos días». Cosa frecuente que en el ómnibus personas más jóvenes se levanten para ofrecerle el asiento a los adultos mayores y que en las paradas se arme una cola por orden de llegada, que se respeta, para subir al ómnibus.

Debe jugar una condicionante como el calor para ser la gente de esta manera, porque recuerdo que en Niza también la gente era bastante cálida en el trato, quizás en estos últimos jugara también la cercanía con Italia.

Por último, también es harto frecuente, como una extensión de la mano, que  todo el mundo ande con su smartphone en la mano, usando el «uása»: «te mando un uása» le dice -a los gritos- una mujer ya crecida a otra mientras se baja del ómnibus. Y en el trayecto puedes ser partícipe de la conversación que una señora tenga en ese momento por el celular, porque ni por un momento baja la voz para darle cierta privacidad a lo que está diciendo. Siempre nos hace gracia a Nelsa y a mí el escuchar eso: «te mando un uása» con tono andalú.

Y el uása me ha jugado mucho en contra para ponerme a escribir algo aquí, porque varias cosas ya las he contado por medio del uása, algunas mediante mensajes de texto, otras tantas, directamente haciendo una llamada a través de ese programa.

Hasta el próximo news, que no va a llegar -prometo- a través del uása.

Un comentario en “News from Málaga – ¿la culpa la tiene el uása?

  1. Merci pour les nouvelles …et Merci Google traduction, ce texte est vraiment très long mais toujours aussi divertissant…il me manque la traduction de pajuerano et de uasa…Bises

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