News from Nice – les premières

¿Cómo comenzar esto?, ¿comentando quizás el clásico relato lineal de cómo iniciamos nuestro viaje?, ¿quizás describiendo que estamos fascinados?, ¿acaso relatando algunos momentos del día?. No lo sé, dejaré que mi mente se decida por algo, mientras mis dedos recorren el teclado, tratando de plasmar en letras el cúmulo de datos que hemos procesado en estos pocos días.

Es mi primer viaje que estoy escribiendo directamente en un blog y no en el clásico Word que luego copio y pego en un mail. No creo que a Bill Gates le afecte que haya cambiado de producto para relatar lo que siento.

Para no irme al otro extremo, compensaré este «update» de la tecnología, con un relato un poco lineal.

Partimos el domingo en Air France, compañía en la cual nunca habíamos volado. Fue un pensamiento para Bernadette y Philippe Béduchaud, que vinieron en ella en 1983 para conocernos.

El vuelo fue sin sorpresas, aunque un poco largo, más allá del menú impreso que nos dieron antes de la comida, las bebidas que había para tomar, o las películas que cada uno de los pasajeros teníamos para elegir en las pantallas individuales. Alguna cosa vi, pero como el viaje es medio eterno, me tomé un Dormicum y durante cinco horas logré apolar profundamente .

Finalmente llegamos a Paris, más precisamente a Roissy Charles de Gaulle, donde tuvimos que esperar para tomar la conexión a Niza. Nos tocó abordar en una de las partes nuevas del aeropuerto, pero en una parte que se angosta y que termina en una punta, donde en cada uno de los laterales hay una puerta de embarque, así que cuando hay dos vuelos que van a partir concomitantemente, menudo quilombo de gente se arma. A su vez, los que me conocen saben que soy a esta altura experto en baños del mundo, porque por cuanto baño hay por mi trayecto, por cuanto baño he pasado. Nos encontramos con la sorpresa que los baños -al menos en el área de embarque y en el área de comidas que está dentro de esa misma área- están totalmente subdimensionados para la cantidad de gente que pasa por allí. No voy a entrar en detalles escatológicos, pero cuando tienes ciertas urgencias intestinales, te dan ganas de putear y reputear al conjunto de arquitectos o quién sabe quién mierda, decidió que para el área de comidas de ese sector van a haber dos waters y tres mingitorios. En fin, chapeau para el aeropuerto de Barajas -por el cual este año no psamos- o para nuestro aeropuerto, donde los baños están de acuerdo al tamaño del aeropuerto.

Por suerte -aunque suene extraño- no nos quedamos en Paris, ya que nos recibió con un cielo plomizo, que al rato de estar comenzó a descargar una pequeña llovizna.

El segundo viaje fue sin problemas, incluidas las consabidas idas mías al baño. Más temprano que tarde, luego de casi una hora y media comenzamos a llegar a la Costa Azul, mientras el piloto nos iba relatando por dónde íbamos pasando, a medida que el avión se iba acercando a nuestra ansiada Niza. Entre ellas, la bahía de Saint Tropez. A medida que se aproximaba al aterrizaje, iba desfilado la costa, con pueblos uno al lado del otro, donde se podían apreciar desde el aire un montón de embarcaciones, unas ancladas, otras navegando por el Mediterráneo. La constante, un sol deslumbrante y un cielo azul.

Ya aterrizar y a pesar del tubo por el cual descendimos, sentimos que la temperatura había aumentado considerablemente para nuestros estándares de nuestros días invernales. No me acuerdo con qué temperatura dejamos Montevideo, pero Niza nos recibió con 35 grados y un día espléndido, sin nubes en el cielo. No más salir del aeropuerto, el aire era un fuego. Se hizo más aliviado cuando uno se metía a pensar en el contraste con Uruguay y más aún, cuando en el ómnibus que nos llevaba a la ciudad, iba recorriendo Promenade des Anglais y desfilaba ante nuestros ojos, las azules aguas del Mediterráneo.

Niza

La foto anterior fue tomada el día siguiente a nuestra llegada, pero nada había cambiado con respecto al momento que íbamos llegando desde el aeropuerto (colocado sobre la costa, al fondo de la foto) al centro de Niza.

Luego de bajarnos del ómnibus y caminar tres o cuatro cuadras llegamos al apartamento, que es tal cual se nos mostraba en las fotos en Airbnb. Es en un edificio de época tal cual el resto de los edificios que están enel Vieux Nice, pero que dentro del apartamento está todo vuelto a hacer. Tiene un dormitorio, un ambiente con living y kitchenette y un pequeño balcón que da a la calle. En realidad tiene dos balcones, porque hay un segundo balcón que está en nuestro dormitorio y que da hacia el fondo del edificio. Para suerte de nosotros, abriendo la puerta ventana de ambos balcones, comienza a producirse una buena corriente de aire que refresca el ambiente.

Dejadas las valijas, fuimos a hacer nuestro primer «surtido niçois» a un supermercado que habíamos visto previamente por Internet. Para los que se estén preguntando qué tal los precios, les comento que muchos precios están igual que en Uruguay, otros más caros y otros más baratos. Pero les puedo asegurar que compramos un jamón seco italiano que es un despelote al comerlo.

Ese primer resto del día anduvimos arreglando las cosas necesarias como para comenzar a vivir nuestra experiencia en Niza, nada digno de mención especial, más allá de comprarnos una serie de quesos franceses, vino y baguette que se convirtieron en una delicia en nuestros paladares.

El martes, arrancamos para la playa de Niza, que queda como a quince cuadras del apartamento. Una de las opciones, la cual tomamos, es ir caminando por la costa, pasando por el puerto, donde se pueden apreciar algunos «pequeños» yates que te hacen pensar a cuánto ascenderá la cuenta de combustible cada vez que surcan los mares.

Niza

No somos ningunos especialistas en yates, pero algo así similar al que les muestro anclado vimos en una «inmobiliaria» de yates cuesta la friolera de 30 millones de euros. Supongo que deben tener problemas para pagar la cuenta de la luz a fin de mes.

A medida que nos fuimos acercando a la playa de Nice, un mar profundamente azul se nos iba revelando, al mismo tiempo que un calor inmenso nos iba abrazando. La playa, como muchos de ustedes sabrán, no es de arena, sino que es de piedras, las cuales son bastante molestas, sobre todo para caminar descalzos. Alguno debe estar agregando: «y para las posaderas (por no decir orto), también!». Puedo contestar que sí, pero no para nosotros, ya que en el supermercado nos compramos unas hermosas reposeras para no tener que apoyar nuestras posaderas en las piedras. No pongo una foto de mí sentado en una de ellas, porque la tendría que titular «finalmente liberaron a Willy».

El agua es clara, azul y fresca, no fría. Debe ser producido también porque hace 42 años en Niza que no se ven temperaturas como las que hay actualmente. En promedio, la temperatura está tres grados y medio por encima del promedio para la época, verdaderamente horrible para los niçois y fantástico para mi.

Luego de pasar un rato en la playa, casi al mediodía -un horario muy apropiado para alguien que acaba de llegar del invierno-, nos fuimos para lo que se llama «le cours Saleya», la principal calle peatona del Viejo Niza, donde nos sentamos a tomar algo, mientras veíamos pasar a los grupos de turistas que vienen en las excursiones, siendo conducidos por un guía que les iba brindando explicaciones. La verdad que en tren de elegir, me quedé con nuestro lugar en la terraza de un bar, tomando algo para nuestros fatigados cuerpos.

El miércoles nos fuimos para Mónaco – Monte Carlo, a encontrarnos con Philippe y compañía. Diane, que se iba a ir al sur de Italia con su novio italiano (Michele) decidió quedarse a fin de vernos, al igual que Raphael, que en principio no iba a ser de la partida.

No más llegar a Mónaco la impresión sigue siendo la de tantos años atrás (1990, 1992). Qué manera de haber plata en la calle. Cada tanto poco tiempo uno ve pasar autos de grandes marcas que lo dejan a uno sin aliento. Ferrari, Maserati, Lamborghini, Bentley, Mercedes Benz, Rolls Royce, etc., etc. Algunos de ellos, llevan matrículas de Dubai, tal como un par de Rolls Royce que vimos, o matrículas de Moscú, tal como un Lamborghini que estaba parado frente al casino, hasta que de allí vino uno con cara de ruso y de urso, acompañado de una chica joven, se subió al auto y se fue. Así como se fue, cayó una Ferrari roja casi de inmediato, para estacionar allí mismo.

Como llegamos adrede temprano a Mónaco, aprovechamos para ir caminando por el puerto y de allí subir a Monte Carlo. Mientras subíamos, abajo de un sol muy fuerte, a nuestro lado pasaba una fila cuasi perpetua de autos y más autos, donde cada poco rato se veía algún auto que te dejaba con la boca abierta, entre ellas muchas Ferraris y Lamborghinis descapotables. A lo largo del camino, también se pudo apreciar la prolijidad reinante por todas partes, nada sucio, nada tirado, todo reluciente.

Finalmente llegamos a la cima de Monte Carlo, previo pasaje por un shopping para ir al baño, oh casualidad, donde creo que como mucho hubiera podido comprar una bombita del baño.

Al lado de la entrada del casino, exactamente al lado hay una tienda donde venden joyas, pero hete aquí que tienen un cartel que dice en inglés «compramos oro». Nos acercamos para ver la vidriera y sin dudas, muchas de las cosas que estaban en exhibición eran joyas que se podía sospechar que eran usadas, entre ellas muchos gemelos. Suerte que no está mucho de moda los cinturones con hebillas de oro y/o brillantes, porque si no más de uno se iría con los lienzos y los pantalones bajos. Aunque supongo que más de uno realmente se debe haber ido más pelado que un mono.

Como estábamos con tiempo, nos sentamos a tomar una Coca en la terraza del Café de Paris, que está al lado del casino, a sabiendas que muy barato no iba a salir. Nuestro pálpito no fue errado, porque cada Coca-Cola costó 7,50 euros,aunque para la guita que hay en el principado, esa cifra es despreciable.

Más tarde, nos fuimos en bajada hasta el puerto otra vez, donde nos encontramos con Philippe y su familia. Es cómico porque con Diane nos hemos encontrado tres veces con ella, dos en Montevideo y una aquí.

Decidimos montar para el lado del palacio, ya que nos estaban esperando para almorzar 🙂 Allá arriba era una romería de turistas. Aprovechamos para recorrer las callejuelas que rodean el palacio e ir a la Catedral, donde están enterrados Grace y Raniero. Debo confesar que de la tumba de Grace no me acordaba un pomo.

Las vistas desde allá arriba son espectaculares. Es un placer acercarse al borde y ver parte del principado a los pies. En el puerto varios yates grandes, muy grandes y un conjunto abigarrado de edificios en las laderas de las montañas. En cierta manera y salvando las -grandes- distancias, me hace acordar a algo de Hong Kong, por lo abigarrado, por el laberinto pero a la vez ordenado de sus calles, por el tráfico en su conjunto, por el detalle de sus autos. Hong Kong tiene edificios más altos, pero es de notar que en el principado, si bien no se están construyendo esas moles que tienen los chinos, ya hay edificios bastante altos, evidentemente el costo del terreno debe ser un fuego.

Hong Kong

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Del palacio -donde nos excusamos con los guardias por no haber asistido al almuerzo-, descendimos, pasamos nuevamente por el puerto y en vez de irnos caminando a lo largo de él, tomamos un barquito que nos llevó a la otra orilla. Eso nos permitió ver una de las «chalupas» que están en el puerto.

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Nuevamente llegados al Casino, pudimos apreciar que era una romería de turistas pululando al lado del casino, sacándose fotos con los autos que estaban estacionados tanto a la entrada del casino, como en la entrada del Hôtel de Paris, que está a su costado. Ya que estamos un par de comentarios. El primero es que debe ser muy lindo alquilar una habitación en este hotel y encontrarte que hay obras al lado izquierdo, creo que obras propiedad del hotel y otra a la derecha, no muchos metros más allá, con retroexcavadoras y camiones que sacan la tierra y el escombro. El segundo es que acabo de chequer la disponibilidad de habitaciones a ver si vamos a alojarnos y veo que para agosto requieren un mínimo de cuatro noches. La junior suite sale nada más que 1.076 euros por noche.

Entre la romería de turistas que pululaban por todos lados, salieron de repente de una tienda un par de chicas adolescentes, que le hicieron señas a un Bentley que se acercara, pararon todo el tráfico que estaba detrás, hicieron abrir el baúl, pusieron toda una serie de bolsas -ninguna de tiendas Tatie- y apretaron un botón dentro del baúl, haciendo que bajara en forma automática la tapa. Toda una paquetería.

Los voy dejando por aquí. Hasta el próximo News.

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